Las primeras civilizaciones históricas surgieron en torno a las cuencas de los grandes ríos del Próximo Oriente. Fue en Egipto, a lo largo del río Nilo, y en Mesopotamia,
en las cuencas de los ríos Tigris y Eufrates, donde se desarrollaron
las primeras civilizaciones consideradas históricas. Según fueron
pasando los siglos otros pueblos o imperios fueron surgiendo
sustituyendo a algunos de los existentes, de manera que hay que prestar
atención también a los persas, los fenicios y los hebreos.
En esa zona del Creciente Fértil el hombre había descubierto
la agricultura. Las posibilidades que para el desarrollo de la
agricultura proporcionaban el agua y la fertilidad de la tierra de los
valles de estos ríos hizo posible el aumento de la producción de
alimentos. Con ello creció la población y aparecieron los excedentes
agrícolas que permitieron el intercambio de alimentos por otros
productos, dando así lugar al nacimiento del comercio y al desarrollo
y especialización en otros trabajos que no fueran el de agricultor.
Hacia el IV milenio A.C. los pueblos que habitaban estas zonas
habían transformado ya las pequeñas aldeas en ciudades, cuya
organización supuso el nacimiento de una organización administrativa
que se encargara de establecer leyes y normas para el buen
funcionamiento de la ciudad.
La necesidad de registrar los intercambios comerciales y de
dar a conocer las leyes hizo posible al nacimiento de la escritura.
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