La expulsión de los jesuitas de los Estados católicos europeos en los años de 1759 a 1768, así como la posterior abolición de la Compañía, es consecuencia del enfrentamiento entre dichos Estados y la Curia romana, manifestación a su vez de las tendencias ilustradas, reformadoras y laicistas que condujeron a un regalismo extremado, según el cual el poder de los príncipes se entiende absoluto y exento de la jurisdicción y de las atribuciones asumidas por la potestad pontificia a partir de desfasados principios de raíz medieval.
La política que contra los jesuitas puso en práctica Carlos III tuvo especial incidencia en los territorios italianos ya independientes de España pero sumisos a las decisiones de la corte de Madrid: en el caso del reino de Nápoles se advierte la extrapolación de las razones que indujeron al rey español a decretar la expulsión y el paralelismo del procedimiento seguido en la corte del rey Fernando, influido tanto por su padre y por los ministros españoles como por el Secretario de Estado napolitano, el Marqués de Tanucci, anticurialista furibundo. En este artículo sus autores, aún centrándose en lo acontecido en las Dos Sicilias, demuestran la interferencia de argumentos doctrinales, conceptos filosóficos sobre la esencia de la potestad soberana, problemas de contenido social y conflictos de índole económica que viven todos los Estados implicados en este asunto, así como las tensiones y los intereses de las potencias europeas que encuentran en la cuestión jesuítica el pretexto para hacerse manifiestos.
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